“Nada está perdido si se tiene el
valor de proclamar
que todo está perdido y hay que empezar de nuevo” Julio
Cortazar
Una
política pública es un “conjunto de
sucesivas respuestas del Estado (o del gobierno de tuno) frente a situaciones
socialmente problemáticas” (Salazar, 94). Así concebida, involucra tomar decisiones desde el mismo momento de elección y valorización
de las necesidades de un sector concreto y específico de la sociedad, hasta que
se termine dicha política pública porque cumplió su propósito. Y es que el impulso activo de los valores tiene un peso decisivo en
todo el “proceso integral de políticas públicas”, hasta el punto de que ellas reflejan no sólo los valores más
importantes de una sociedad, sino que ponen de presente la necesaria elección entre
ellos, al asignar prioridades en una decisión determinada. Para constatarlo, lo invito -apreciado lector- a detectar cómo
los valores (incluidos en decisiones) se hacen presentes, reales y tangibles en
todas y cada una de las ocho (8) etapas del “proceso integral de políticas públicas”.
Miremos cómo:
(1) Identificación del problema. Lo inicial, es identificar y especificar los problemas cuyas soluciones (en forma de políticas públicas) determinarán
los objetivos y metas. Aquí la toma de decisiones -donde los valores
son la base- es muy obvia.
(2) Establecimiento de la Agenda gubernamental. Sólo algunos problemas (de todos los que existen)
reciben la consideración de los decidores. Ello requiere estructurar la agenda de gobierno,
donde el proceso decisorio y valoral es básico.
(3) Formulación.
Comprende la creación, identificación y apropiación de los cursos de acción propuestos, para resolver/mejorar los problemas
públicos. En esta etapa también, los valores -enmarcados en las decisiones- son
prioritarios.
(4) Adopción. Decidir la alternativa de política pública que se
empleará para solucionar ese problema específico. La toma de decisiones valórales,
es bien clara.
(5) Implementación. Toda política pública se pone en marcha por medio de
organizaciones, por eso, esta etapa es sinónimo de administración y la atención se centra en lo que se debe hacer para aplicar lo formulado.
(6) Evaluación. Determinar y decidir cuáles fueron los logros de la política pública. Obviamente, el aspecto valoral en las
decisiones, también está implícito.
(7) Análisis. Responde a la pregunta: cómo y
por qué se cumplieron (o no) las metas de la política pública. Tanto decisiones
como valores relacionados, aparecen claramente.
(8) Terminación. Decidir por qué, cómo y
cuándo, se debe finiquitar esa política pública, inevitablemente, con lleva
tomar decisiones y estas están basadas en valores.
Y
es que toda política pública implica tomar decisiones y éstas -siempre- están
basadas en valores. Así, un método de educación en valores (tal como “ExE”:
www.educacionporlaexperiencia.mx) es fundamental para hacer políticas públicas que verdaderamente
formen mejores seres humanos que ayuden y puedan construir una mejor nación. Definitivamente,
una buena educación en valores es como una fuerte gripa: quien la tiene no la
puede ocultar…
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