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Carlos Salazar-Vargas
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martes, 21 de enero de 2014

“El Índice de Oportunidad Humana-IOH”: Es clave para el EPPPAL


Algunos  gobiernos son como los bikinis:

     nadie sabe cómo se sostienen…y todos quieren que se caiga…” Graffiti.
¿El vaso está medio lleno, o está medio vacío?: son expresiones con el mismo significado, pero su impacto es bien diferente. Y vienen al caso, para apoyar la estructuración del “EPPPAL: Enfoque Propio de Políticas Públicas para América Latina” que equilibre, complemente, corrija y nivele los enfoques anglosajón y francés de Política Publicas, que generosamente ya nos han ofrecido, para nosotros, los latinos. 


Así, ahora, en lugar de hablar de índices de pobreza, analfabetismo, decesos, enfermedades (todos “negativos”) se propone trabajar con uno “positivo”: el “IOH:  Índice de Oportunidades Humanas” para hacer, formular, implementar, evaluar y analizar, políticas Públicas MÁS EQUITATIVAS teniendo en cuenta que América Latina tiene el negro calificativo de ser la región más desigual del mundo.     



Y es que entre un cuarto y la mitad de la desigualdad de ingreso observada entre los adultos de América Latina y el Caribe, se debe a circunstancias personales que enfrentaron cuando eran niños (raza, género, sitio donde nacieron, educación de los padres…etc.) con el agravante de que sobre ellas “NO” tuvieron ni la culpa, ni el control, ni la forma de cambiarlas. Sin embargo, esas circunstancias, son las que –precisamente- revelan el nivel de desigualdad de oportunidades en la región.

Este nuevo “IOH” (desarrollado por el Banco Mundial) permite -por primera vez- determinar qué tan importantes son las circunstancias personales para  abrir/cerrar el acceso a los servicios necesarios para lograr una vida posterior, productiva. Como se observa, abre un nuevo campo de acción para diseñar, evaluar y analizar políticas públicas con equidad y que sean “de latinos, para latinos”.

El “IOH”, por lo tanto, es una medida sintética útil para conocer la desigualdad de oportunidades en los servicios básicos que tiene los niños y se inspira en la función de bienestar social propuesta por Sen (1976). Sostiene que un proceso de desarrollo en el cual una determinada sociedad logra suplir equitativamente las oportunidades básicas, requiere garantizar que los niños (tanto como sea posible) tengan acceso a las oportunidades básicas, con una clara meta de universalidad y distribuir (de modo creciente) esas oportunidades básicas, entre los grupos más desfavorecidos.


El “IOH” -que está compuesto por dos elementos: (1) las oportunidades disponibles (tasa de cobertura de un servicio básico) y (2) la forma como están distribuidas estas oportunidades (si la distribución de dicha cobertura está relacionada con circunstancias exógenas)- mide el acceso a servicios básicos y a la distribución de estos servicios bajo el principio de igualdad y sirve para aumentar las oportunidades básicas (educación, agua, electricidad, salud…) al permitir enfocarse en la desigualdad de oportunidades en los niños (a priori) y no en la desigualdad de resultados entre los adultos (a posteriori): en cristiano: es mejor prevenir que corregir, y… tener que lamentar…  

Como bien se sabe, todo aumento de la cobertura de un servicio básico, siempre mejora el índice. Sin embargo, si ese aumento de la cobertura es orientado hacia grupos con menores ventajas (regiones pobres, padres con menores ingresos, grupos menos favorecidos, marginados, olvidados…etc.) reducirá aún más la desigualdad de oportunidades y mejorará más que proporcionalmente el índice. Nunca antes se había podido medir la desigualdad de oportunidades en forma sistemática y al no tener un método para ello, era bien difícil diseñar políticas públicas más equitativas. Es pues, un descubrimiento científico, que trata de responder (con tecnología de alta sofisticación estadística) una pregunta relativamente simple: ¿qué tan importantes son las circunstancias personales en los chances que tiene un niño de acceder a los servicios básicos para una vida productiva?

La metodología “descubierta” incluye varios factores dentro de un único índice y se considera como una revolución para el diagnóstico y monitoreo de la pobreza, con el fin de paliarla con políticas públicas más equitativas, pues si antes se veía el problema a través de la luz de la pobreza y de la desigualdad, ahora se propone verlo a la luz de la equidad. Gráficamente hablando, es reemplazar el prisma de la desigualdad, por el prisma de la equidad.

Una de las consecuencias concretas de este cambio, es la certeza de la conveniencia de dirigir y enfocar el gasto público entre los tres meses de gestación y los 24 meses de nacido, pues es ahí donde se pueden corregir muchos problemas que se manifestarán más tarde en la vida, pues es allí, precisamente, donde se cierran las oportunidades...

Definitivamente, el Banco Mundial se hubiera ahorrado trabajo, tiempo, dinero y quién sabe qué más, de haberle hecho caso a mi abuelo, quien sabiamente me decía: “más le queda al rico cuando queda pobre, que al pobre cuando queda rico”…

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